Los pabellones de entrada son del más puro estilo gaudiniano, con una estructura orgánica reflejo del profundo estudio que Gaudí hacía de la naturaleza. Realizados con mampostería de piedra del lugar, destacan por sus bóvedas en forma de paraboloide hiperbólico, cubiertas con cerámica de vivos colores. Gaudí utilizó la técnica de la bóveda catalana o bóveda tabicada, que consistía en la superposición de varias capas de ladrillos con argamasa. Algunas de las estructuras eran prefabricadas y luego instaladas en sus lugares correspondientes, adelantándose Gaudí de nuevo a las técnicas de construcción actuales.
El pabellón más pequeño, destinado a administración, tiene dos plantas, terraza y una torre coronada por la típica cruz gaudiniana de cuatro brazos, que se alza a 29 metros del suelo. El pabellón más grande, la portería, tiene tres plantas, y está rematado con una cúpula en forma de seta (amanita muscaria). Los pabellones combinan la piedra rústica con la cerámica en “trencadís”. Por su fantasía formal y cromática se ha sugerido que los pabellones evocan la casa del cuento de Hänsel y Gretel, cuya versión operística, a cargo de Engelbert Humperdinck, se representaba en el Liceu en 1901, año de construcción de los pabellones.